- Ofrecen beneficios medioambientales y socioeconómicos, como el empoderamiento de la ciudadanía o la democratización del acceso a la energía.
- Persiguen objetivos comunes como aumentar la penetración de las energías renovables, mejorar la eficiencia energética y potenciar el rol del ciudadano.
Ante la innegable urgencia de la crisis climática en la que nos encontramos, la ciudadanía ya se está concienciando acerca de las ventajas e implicaciones del uso de las energías renovables como herramienta para alcanzar la transición energética. Sin embargo, en España todavía existe una gran desinformación en cuanto al papel activo que los usuarios pueden llevar a cabo en este proceso.
Es en este contexto en el que entran en juego las Comunidades Energéticas como modelo clave para lograr una transición energética sostenible y justa, como señalan desde el Instituto Tecnológico de la Energía (ITE). Pero, ¿qué es una comunidad energética?
Las Comunidades Energéticas son entidades jurídicas basadas en la participación voluntaria de sus miembros —que pueden ser personas físicas, PYMES, cooperativas o autoridades locales— que se unen con el fin de ser usuarios activos en el sistema energético.
La importancia en la transición energética
La Fundació Institut de Recerca de l’Energia de Catalunya (IREC) afirma que las Comunidades Energéticas están llamadas a allanar el camino hacia la transición energética en el que nos encontramos inmersos. Dicha transición energética implica un cambio de modelo energético. En el modelo tradicional se produce un flujo unidireccional de la energía: generación, transporte, distribución y, por último, consumo. El modelo de la Comunidad Energética presenta un importante cambio, ya que los flujos energéticos y económicos son bidireccionales. Así, impulsan un modelo de democracia energética en el que los ciudadanos pasan a ser sujetos activos y empoderados.
De esta forma, no se trata solo de que el origen de la energía sea renovable, sino que precisa de la participación consciente de los ciudadanos. Esa es, precisamente, la base de una Comunidad Energética: promover el uso de las energías renovables de una manera participativa.
Así, para hacer posible la transición energética, el foco se pondrá en diversas líneas de actuación, como las energías limpias, las políticas energéticas, la tecnología consciente y las mejoras en términos de eficiencia energética. Desde este punto de vista, todas las posibilidades que abre el nuevo paradigma energético pueden ser recogidas bajo la lógica de las Comunidades Energéticas.
Además, la Comunidades Energéticas contribuyen al aumento de la aceptación pública de la implantación de las energías renovables. Un pilar fundamental para la atracción de inversiones privadas en favor de la transición energética. El fin de las Comunidades Energéticas es empoderar al consumidor final, haciéndolo partícipe de sus decisiones energéticas. De esta forma, dicho consumidor final, abandona su papel pasivo en el proceso energético y se convierte en prosumidor. En definitiva, este modelo de participación colectiva en el mercado energético se adapta perfectamente a las necesidades de la transición energética.
Ventajas económicas, sociales y medioambientales
Tal y como nos señalan desde R2M Solution, los beneficios que aportan las comunidades energéticas son muy numerosos, aunque puedan variar según las regiones en las que se constituyan y sus recursos locales, así como las actividades energéticas que se vayan a implantar. Aun así, a nivel genérico, las ventajas que derivan de las Comunidades Energéticas pueden dividirse en tres áreas principales.
El más evidente resultará el ahorro económico en la factura eléctrica del usuario final, gracias a la energía renovable producida en la instalación de autoconsumo. Esta ventaja aumentará exponencialmente en aquella Comunidades Energéticas cuyas instalaciones cuenten con un sistema de almacenamiento energético, ya que este permitirá la acumulación de la energía para su uso posterior. De esta forma, los miembros de las Comunidades Energéticas podrán tener un mayor poder de decisión sobre la manera en la que consumen y gestionan su energía. En las Comunidades Energéticas, además, varios prosumidores pueden beneficiarse de una única instalación fotovoltaica. Este factor reduce de forma drástica los años de amortización y aumenta la rentabilidad de los sistemas instalados.
Por otro lado, las Comunidades Energéticas también contribuyen a la descongestión de las redes de distribución, aumentando así la eficiencia del sistema energético y evitando así nuevas inversiones en activos de red.
A nivel social, este modelo empodera a la población mediante la creación de un ecosistema de innovación donde compartir conocimiento. Promueve así la soberanía energética, basándose en la implementación de alternativas autogestionadas e incrementa la sensibilización medioambiental. A su vez, fomenta el uso de los recursos energéticos a nivel local, con lo que contribuye a la lucha contra la despoblación mediante la creación de empleo para el despliegue, instalación y mantenimiento de las Comunidades Energéticas. De la misma manera que pueden convertirse en un actor clave en la lucha contra la pobreza energética, gracias a la posibilidad de ofrecer energía de Km0, cuyo coste será menor, o incluso nulo.
Finalmente, a nivel medioambiental, la normalización de las Comunidades Energéticas fomentará la generación de energía de origen renovable gracias a su instalación de autoconsumo. En consecuencia, contribuirá a la reducción de gases contaminante, haciendo posible —a largo plazo— la descarbonización y flexibilidad del mercado eléctrico.
Tipos de Comunidades Energéticas
En España todavía es pronto para hablar de tipos de Comunidades Energéticas, tal y como nos señalan desde Endef Solar Solutions. Sin embargo, al fijarnos en las primeras referencias que recoge el Instituto para la Diversificación y el Ahorro de Energía (IDAE) y las realidades presentes de Europa, podemos pensar en diferentes modos de clasificar las Comunidades Energéticas en función de diferentes aspectos.
Según el actor o grupo de actores que ejercen de prosumidores, podemos encontrar Comunidades Energéticas residenciales, o de autoconsumo compartido, establecidas entre actores residenciales. Esta es una de las que permite la regulación nacional en la actualidad, así como el intercambio de energía entre vecinos con un código catastral de base común y dónde la instalación de autoconsumo se ubica en un mismo lugar.
Similares a estas son las comunidades de proximidad, en las que las instalaciones compartidas no tienen por qué estar en un mismo punto, pero nunca a una distancia mayor de 550 metros.
Por otro lado, destacan las comunidades locales, para las que todavía no existe una normativa en España. Este tipo de Comunidades Energéticas contemplan un amplio abanico de soluciones —tanto tecnológicas como organizativas— en las que el ámbito de pertenencia a la comunidad no está acotado geográficamente a un barrio, distrito o localidad. Buen ejemplo de este tipo de comunidad es el Edinburgh Community Solar o la iniciativa Common Energy de Estados Unidos.
Así, aunque al mercado y la normativa españoles todavía les queda camino por recorrer para poder definir claramente los tipos de comunidades energéticas que vamos a tener, el modelo claro que se impone en otros países es el de las cooperativas para la gestión de la generación de autoconsumo eléctrico. Sin embargo, y a pesar de los diferentes tipos existentes, las Comunidades Energéticas persiguen objetivos comunes como aumentar la penetración de las energías renovables, mejorar el ahora y la eficiencia energética y potenciar el rol del ciudadano en la transición energética.
Los retos a los que se enfrentan
A pesar de las evidentes ventajas que presentan las Comunidades Energéticas, no son pocos los retos a los que se tienen que enfrentar en la actualidad. La principal barrera que dificulta su desarrollo es de carácter burocrático y normativo.
Desde Ampere Energy destacan la importancia de que se estructuren normativas y regulaciones que permitan, entre otros:
- La inyección y comercialización en distintos mercados de flexibilidad y balance
- Definir las obligaciones de las operadoras de distribución.
- Establecer Comunidades Energéticas que no estén restringidas por la proximidad. Esto permitirá el intercambio de energía entre miembros de la Comunidad Energética, independientemente de su punto de conexión a la red eléctrica.
Estos cambios regulatorios, a su vez, deben ir acompañados de desarrollos tecnológicos que habiliten la implementación de las actividades energéticas. En este contexto, la digitalización energética es uno de los principales retos que hay que abordar. Es necesario pues dar con soluciones tecnológicas que permitan monitorizar y gestionar de manera coordinada, eficiente y segura los recursos energéticos, de acuerdo con las características y necesidades tanto de la comunidad como de su entorno.
Por último, hay que abordar los retos sociales. En este sentido, es fundamental dar difusión y promover mecanismos que involucren activamente a los ciudadanos, desde la creación hasta la puesta en marcha de las Comunidades Energéticas.
En definitiva, es necesario el cambio regulatorio y el desarrollo de soluciones tecnológicas orientados a acercar la energía al ciudadano, y habilitar su participación en el mercado energético.
Las Comunidades Energéticas, siendo un concepto innovador en la actualidad, cuentan con el potencial para la total integración de las energías renovables en el sistema energético, con la consecuente reducción de emisiones contaminantes que ello implicaría. Gracias a sus características e innegables ventajas, las Comunidades Energéticas están llamadas a convertirse en un pilar fundamental en el camino que nos lleva a la transición energética.
Fuente: Instituto Tecnològico de la Energía (ITE), Fundació Institut de Recerca de l’Energia de Catalunya (IREC), R2M Solutions, Endef Solar Solutions i Ampere Energy.
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